-
Autor: Varios autores. Textos recopilados por Karlheinz Deschner y Anselmo Sanjuán
Traducción y prólogo a la edición española: Anselmo Sanjuán
ISBN: 9788487705076
Páginas: 304
DescripciónEn este libro-encuesta, más de 50 personalidades pasan por el trance -habitualmente obviado- de exponer públicamente sus creencias últimas y el sentido de la (su) vida. Hallamos aquí una variada gama de argumentadas opiniones: la de creyentes que se han liberado de toda religión para llegar a Dios; la de científicos y filósofos afincados en un ateísmo o escepticismo sin compromisos; la de artistas que no "creen" porque "sienten" la inequívoca presencia de Dios. La de una teóloga resignada a ingresar en el infierno por no aceptar el billete de entrada en el cielo que su iglesia (la Católica) le ofrece... Mucha e interesante discrepancia y, no obstante, una coincidencia básica: la honda preocupación moral por el futuro del hombre y del planeta.
DetallesÍNDICE
Prólogo a la edición española7
Prólogo a la edición alemana13
Algunas aportaciones incluidas en el libro “Woran ich glaube”19
Los autores287
¿En qué creen los hombres de ciencia? ¿Qué piensan de Dios? ¿Y de las religiones? 50 hombres eminentes de todo el mundo –varios premios Nobel , creyentes de varias religiones, agnósticos, ateos, exponen su visión del mundo. Esta visión no se ciñe exclusivamente al tema religioso, sino que nos aporta un análisis de extraordinario valor del mundo actual desde la visión de filósofos, artistas, políticos, escritores y, en general, pensadores relevantes.
La obra recapitula las reflexiones de 50 pensadores destacados de la cultura universal: Hans Albert, Aurelio Arteta, Jens von Bandemer, Schalom Ben-Chorin, Joachim-Ernst Berendt, Hermann Bondi, Ernest Bornemann, Victoria Camps, Carlos Castilla del Pino, François Cavanna, Georg Denzler, Karlheinz Deschner , Irenäus Eibl-Eibesfeldt, Hans J. Eysenck, Ossip K. Flechtheim, Francisco Fortuny, Manuel Garrido, José María González Ruiz, Minika Griefahn, Hartmut von Hentig, Horst Herrmann, Edgar Hilsenrath, Nordert Hoerster, Keith Jarrett, Udo Jürgens, Klaus Katzenberger, Günther Kehrer, Petra Kelly, Paul Kurtz, Robert Mächler, Federico Mayor Zaragoza, Nelly Moia, Nevill Mott, Hubertus Mynarek, Johannes W. Neumann, Ursula Neumann, Milan Petrovic, Ernst Reinhard Piper, Karl Popper, Uta Ranke-Heinemann, Jan Philipp Reemstsma, Edzard Reuter, Adolf Martin Ritter, Helke Sander, Fernando Savater, Hermann Josef Schmidt, Hubert Selby, Peter Singer, Dorothee Sölle, Wolfgang Speyer y Tomi Ungerer.
COMENTARIOS
"Deschner escribe brutalmente libros brutales, ensayos y artículos, sin excepción con vocación demoledora. Plantea problemas de enjundia, que pueden causar un patatús a quien, desde la apacible bonanza en que todos procuramos ir tirando y en el ambiente cultural católico mayoritario, se sumerja sin precauciones en sus páginas. "En qué creo yo", título del libro, se trata de la trascendente inquisición dirigida a Fausto, que acaso creía más en el diablo que en Dios. Libro, pues, muestrario, antológico de textos que no pueden leerse de un tirón. Porque casi cada muestra -y hay más de medio ciento- es un tirón."
Guillermo Fatás. Catedrático de Historia. Universidad de Zaragoza. Heraldo de Aragón, 25 de febrero de 1993.
ALGUNOS TEXTOS de En qué creo yo:
Jens von BANDEMER (Doctor en Filosofía. Nacido en 1936 en Berlín. Doctorado en Economía Política en el año 1961 por la Universidad de Basilea).
¿Qué es la fe? ¿Qué significa creer?
La fe es nuestra más personal intuición de la verdad, intuición "impregnada" por nuestros deseos y temores, nuestros rasgos de carácter, nuestro temperamento y condiciones de vida, pero también por nuestros hábitos de pensamiento e ideas. Con la fe trato de conseguir respuesta a la cuestión de Dios y al sentido de nuestra existencia. No se trata para mí de una visión del mundo, de una cosmovisión, ni de un saber teológico, filosófico o esotérico. Lo que a mí no me proporcione interiormente refugio, tranquilidad y fuerza y no me sirva exteriormente de orientación en mi conducta, no es fe según mi sentir. Durante largo tiempo de mi vida mantuve por verdadero cuanto aprendí en las clases de religión y en las de preparación para la confirmación. Ese saber no tenía para mí una real importancia. Profesión, familia o deporte eran más importantes. Después, a raíz de los enfrentamientos profesionales, comencé a indagar el sentido de mi vida. Advertí que mi fe estaba muerta, que no me sostenía. En mi búsqueda hice la experiencia de que la fe no se hace viva en tanto uno no ajuste a ella su vivir. Solamente entonces se "opera" algo tanto interna como externamente. Desde que me esfuerzo por observar mi conducta, por indagar los motivos, deseos y temores de aquella y también por debatirme a fondo conmigo mismo, constato una y otra vez que algo me guía tanto interna como externamente. Creer es para mí confiar en esa dirección interior, fiarme de esa fuerza dirigente y vivir de acuerdo a ella. La fe como vivencia de una fuerza interior surge, según mi experiencia personal, del esfuerzo por hacer el bien. El creyente tiene que hacer frente al hecho de que cada uno tiene sus creencias, de que existen personas con otra fe. Según he podido observar, existe una estrecha relación entre lo que esperamos de la vida y nuestras creencias, teniendo en cuenta que me refiero aquí no a la fe aprendida sino a la vivida, a la fe personal.
Ernest BORNEMAN (Doctor en Filosofía. Nació en 1915 en Berlín. Estudió Arqueología y Prehistoria, Antropología Social y Cultural, Etnoanálisis y Teoría Sexual en varias universidades de Inglaterra, Escocia y los USA. Desplegó desde el 1974 al 1984 su actividad en varias universidades alemanas y austriacas. Publicista de numerosas obras científicas y especialmente en el contexto de la Psicología y de la Teoría Sexual).
Por qué no creo: 18 buenas razones al respecto.
1.- Yo no creo en nada. Para mí la fe es algo tan odioso como lo es el pecado para los creyentes.
2.- Mi subjetividad necesita valores objetivos que me puedan servir de orientación. Creer es mantener subjetivamente algo como verdadero y en cuanto tal no posee validez alguna.
3.- Si alguien afirma saber algo me resulta imposible entablar una discusión con él. Pero si afirma creer algo sólo me cabe aceptar el hecho.
4.- El que sabe, no puede creer. El que cree, no puede saber.
5.- "Fe ciega" es una tautología, pues la fe es siempre ciega.
6.- Yo quiero criticar y ser criticado. La fe, sin embargo, constituye una actitud básica marcada por la ausencia de crítica frente a la voluntad "divina" y exige mi sumisión frente a su sentido "inescrutable". Representa una forma de violación espiritual. He de poseer el derecho de oponerme a ello, o interpreto ese derecho como deber.
7.- Si la teología cristiana postula que sólo encaminado por la fe puedo llegar al auténtico saber (credo ut intelligam), lo que hace con ello es poner cabeza abajo la relación efectiva entre saber y creer (credo quia absurdu).
Uta RANKE-HEINEMANN (Doctora en Teología. Nacida en 1927 en Essen. Fue la primera mujer del mundo titular de una Cátedra de Teología (Nuevo Testamento e Historia de la Iglesia Antigua). En 1989 perdió esa cátedra al interpretar la virginidad de María no en sentido biológico, sino exclusivamente teológico. Ahora es titular de la Cátedra de Historia de la Religión en la Universidad de Essen).
La doctrina de la Iglesia y la misericordia de Dios.
He repasado un catecismo escolar de los años cincuenta como quien repasa una lista de chequeo de la propia fe. Catecismo destinado no sólo al uso escolar, sino a ser un "libro para la vida", itinerario de "todo peregrinaje por la vida". Está, pues, escrito en él todo cuanto uno ha de creer como católico en el transcurso de su vida. Las pretensiones con las que este catecismo se presenta a los lectores no tienen nada de modestas. El autor del prólogo, cuyo nombre no se menciona, pero que se designa a sí mismo como "vuestro obispo", declara ser un "obispo a quien Dios ha investido como maestro de la verdad celeste" y que el libro recoge en sí "todas las doctrinas sagradas".
Una de las primeras preguntas del catecismo tiene carácter básico: "¿Qué tenemos que creer?" Y la respuesta reza: "Tenemos que creer todo cuanto Dios ha revelado". Ahora bien, esta respuesta no es muy concreta por lo que respecta a su contenido y lo que, por lo demás, me molesta en ella es la expresión "tenemos que", que aparece ya en la misma pregunta. Pues yo ya estoy voluntaria y plenamente dispuesta a "creer lo que Dios ha revelado", en el caso de que Dios haya revelado algo. Tampoco la respuesta siguiente me parece muy buena, pues a la pregunta de "¿Por qué tenemos que considerar firmemente verdaderas las revelaciones divinas?", se responde: "Tenemos que considerarlas firmemente verdaderas porque Dios no puede equivocarse ni mentir". Y bien, ¿significa eso acaso que si Dios pudiera mentir, mentiría posiblemente? No necesito semejantes especulaciones para creerle a Dios que no es un mentiroso.
A la pregunta de cómo nos hacemos partícipes de las revelaciones divinas, obtenemos esta respuesta: "Lo que Dios nos ha revelado es lo que enseña la Iglesia Católica". Lástima que, por lo que concierne a su revelación, sólo tenemos que ver con Dios de forma indirecta. De forma directa sólo tenemos que vérnoslas con la Iglesia Católica. Recibimos la revelación de segunda mano. Únicamente la Iglesia la obtiene de primera mano. La pregunta de por qué debemos o tenemos que creer a la Iglesia -por usar el lenguaje conminativo del catecismo- queda sin formular. La respuesta de que la Iglesia no puede equivocarse ni mentir no sería idónea, pues a lo largo de la historia ha demostrado fehacientemente que es más que capaz de ambas cosas. Así pues, he de quedarme a solas con mi pregunta de por qué "tengo que" creer a la Iglesia.Precio (IVA inc.)19,00 €Añadir al carro
Somos una pequeña editorial dedicada fundamentalmente a la didáctica de la ortografía. El método de ortografía ideovisual que venimos desarrollando es utilizado por miles de centros escolares desde el año 1961.
El método se apoya, ante todo, en la eficacia del factor visual para fijar y mantener las grafías correctas. El dibujo facilita asimismo la comprensión del vocabulario, y el tinte humorístico de muchos de los dibujos hace divertido y ameno el aprendizaje.